¿Y si hubiera cambiado de trabajo cuando tenía la ocasión? ¿Y si hubiera aguantado más antes de separarme? ¿Y si hubiera afrontado antes una situación que me daba miedo?
Estos u otros condicionales nos los hacemos más veces de las que nos pensamos a lo largo de la vida. No me parece mal que a veces tengamos ganas de imaginar cómo habría podido ser nuestra vida. Puede ser incluso distraído. Sí que es verdad, sin embargo, que hay personas que hacen estas reflexiones de forma más constante y que hacerlas les causa un gran malestar. Este malestar se puede traducir en ansiedad para pensar en «qué hubiera podido ser y ahora no soy», culpa o frustración de que «ya no puedo echar atrás». ¿Cómo sería todo «si no hubiera escogido ese camino?». Detrás de estos «y si …» lo que normalmente se esconde es el pensamiento de «me equivoqué».
Defiendo que no hay decisiones equivocadas. Intentamos pensar y creer realmente en que no hay decisiones mal tomadas. Os propongo un pequeño ejercicio de imaginación que os puede ser de utilidad. Hago la comparativa del momento de decidir algo como una bifurcación en un camino. Si tuvierais que escoger por dónde ir en la situación de la imagen, muchos seguramente elegiríais el camino asfaltado y nivelado. ¿Por qué? Supongo que es lo que mucha gente debe ver como el más seguro a corto plazo. Pero fijaos que la visión llega hasta una determinada zona y a partir de ahí es imposible saber qué vendrá. Y lo que venga no dependerá de nosotros.
Recordemos que en el momento de la elección de un camino u otro, en ese preciso momento, escogemos el camino que desde esa perspectiva se ve más adecuado. Es por este motivo que las decisiones siempre han sido bien tomadas.